martes, 7 de abril de 2015
¿QUEREMOS SER NACIÓN?
Todavía los argentinos no hemos iniciado decididamente el desafío de ser Nación y dejar de ser habitantes para ser ciudadanos como nos proponen los obispos desde hace algunos años. Aún no somos ciudadanos, tampoco hermanos y no llegamos a Nación.
Mal que nos pese, es una tarea pendiente en nuestra patria, para los que decimos, en los mundiales de fútbol, ser argentinos agitando una bandera. Ser una Nación, un país, una patria es mucho más que portar la celeste y blanca. Mejor dicho, llevar los signos patrios en el cuerpo implica una tarea, una responsabilidad, un desafío de valores sociales. He visto gente vestida con los colores de la bandera argentina pasar semáforos en rojo, arrojar botellas de vidrio en el asfalto y trepar hasta un semáforo con la consigna “Vamos Argentina”.
Todavía no estamos en “punto caramelo”, ni siquiera hemos disuelto el azúcar sobre el agua para empezar. Estamos lejos. No se hace patria con el loco fanatismo populista, ni la historia recortada de las grandes glorias. Somos una Nación muy joven aún y hasta podríamos afirmar “inmadura”. No por culpa de nadie en particular, sino por lo poco que damos entre todos. Tenemos demasiados políticos y ningún patriota. Abundamos en líderes, pero pocos darían la vida por la Argentina. Estamos cansados de los caudillos sin agallas suficientes para estar del lado del pueblo y no atados a sus estructuras partidarias.
Estamos en construcción de un país, sin embargo, no logramos a mantener acuerdos básicos para convivir y pensar en el otro. El servicio de la política es un “autoservicio”, en realidad, con vocación de poder para negociar para sí mismos, para obtener beneficios personales e incluso familiares y para adquirir ventajas, fueros, dignidades y realización personal.
La Nación se construye desde los pequeños detalles, no de las banderas y los discursos. Desde el cuidado del barrio, por ejemplo. Aunque para algunos les parezca poca cosa. Para ahondar en detalles, hay gente que saca los residuos del hogar a la calle, que es de todos, a cualquier hora, como si el barrio no fuera parte de su vida. Como si la calle fuera de alguna entidad distinta de nosotros mismos. Agreden el pequeño “minimundo”, ecosistema diminuto que será el suelo de sus nietos por muchos años.
Apenas abrimos la puerta de nuestra casa nos encontramos con un mundo adverso. Basura, escombros, animales abandonados, autos mal estacionados, paredes escritas y manchadas con inscripciones de todo tipo. Si hasta nuestros políticos comienzan a inundar la ciudad con sus molestos afiches de precandidatos que ensucian y descomponen la visual con sus rostros sonrientes de miradas vacías y llenas de engaño.
Ya parecen muy raros los pequeños y cotidianos actos de cortesía. La gente no nos cree cuando paramos el auto en la esquina para que circule con tranquilidad el peatón por su senda. No parece de una persona normal decir “Buenos días” al chofer del colectivo o al cajero del banco. Algunos entienden que son raros y hasta vergonzosos, por ejemplo, esos pequeños actos que los scouts llaman “buena acción” o una famosa película denomina “cadena de favores”: dar el asiento a las personas mayores, usar las palabras mágicas (permiso, por favor, gracias y perdón), hacer el bien al otro, quitar un obstáculo a alguien que viene andando con dificultad. Parece que todo esto es de otro mundo, incluso que es anticuado. Es el mundo violento que estamos acostumbrados a vivir todos los días el que nos derivó a ser mal educados, indiferentes y faltos de respeto: motos ruidosas con escapes abiertos solo para molestar; jóvenes que juegan a robar logos de vehículos o destruir señales de tránsito.
La educación en la circulación vial es quizás nuestra mayor vergüenza. Necesitamos siempre un gendarme para portarnos bien. Antes, en las escuelas, se empeñaban en dibujar las señales de tránsito e ilustrar en afiches hasta el cansancio cómo se debía conducir en la ciudad, tanto caminando como en automóvil. Qué bien se siente uno en otros países cuando la gente que conduce observa que uno se encuentra en la senda peatonal y, automáticamente, frena su vehículo o cede el paso con total naturalidad.
Hoy nadie quiere esperar. Parece que hacer cola es una ofensa al ser humano. Por eso, hay gente sin principios que busca traspasar todo límite para asegurar su lugar comprando un número o ubicar algún conocido para obtener favores. Típicos como la chacarera o la empanada son el “acomodo” o el “tenés un conocido” en la Argentina. Las largas esperas en colas de bancos u oficinas públicas no son, por otra parte, siempre resultados de la organización, sino de la falta total de competencia y aprovechamiento del personal del Estado en los ámbitos pertinentes.
El lugar que ocupamos o cedemos en los medios de transportes ya no tiene un valor educativo. Tampoco es propiciado por padres y educadores. Pocos conservamos la conciencia de que alguien puede necesitar el asiento por su edad, su enfermedad o el cuidado de sus hijos. Son muy pocos los que se dan cuenta de lo que aqueja a su prójimo en la calle: un ciego que quiere cruzar una avenida, un anciano que precisa subir una escalera, un peatón que va caminando con paso normal por la senda peatonal. Están los apurados de siempre que creen que poseer un auto o una camioneta es sinónimo de poder, y, por lo tanto, van tipo “carrera” contra todo lo que se interpone en su camino. La ley de la selva es más armoniosa en relación con la jungla maleducada y absurda en la cual vivimos millones de argentinos. El respeto por el otro hermano, compatriota, vecino, peatón, ser humano parece no valer nada para los egoístas, los ignorantes y los antisociales que toman la ciudad como suya, sin razón ni educación. Los otros no son valiosos si no pertenecen al mismo equipo de fútbol o igual agrupación política. Esto nos enseñan todos los días nuestras autoridades estatales cuando denigran al diferente.
La atención cordial en negocios, oficinas o departamentos de información no ejerce un repunte social importante. Qué lindo cuando la gente trata a sus clientes como tal y no como gente que necesita un favor. Todos merecemos respeto y buena atención, no solamente el que compra. Existen personas que padecen muchas dificultades en sus vidas personales y lo manifiestan tratando mal, menospreciando a otros. Con caras amargadas y gestos inapropiados no se puede construir una comunidad social.
La vida en vacaciones también se desarrolla en hostels, camping, plazas o clubes. Hay un secreto “milenario” que hace la vida más cortés: “Dejar el lugar que usamos mejor que lo encontramos”. Todos quereros encontrar los baños limpios cuando llegamos a un lugar público, como una estación de servicios o un shopping, pero debemos revisar cómo dejamos nosotros lo que usamos. En días de verano, las playas son contaminadas con papeles, botellas de plástico, pañales usados, latas, botellas de vidrio... No es un problema del Municipio, es un desorden social. No sabemos o no tenemos muy claro que existe la autorresponsabilidad. Creemos que todo es responsabilidad del Gobierno. El Estado omnipresente debe solucionar todos los problemas: el árbol que cae, la basura que acumulamos, el pasto que crece, la vereda que se rompe, el tránsito loco y desordenado, los “manteros” en plazas y peatonales, las peleas callejeras, los juegos de las plazas destruidos, los perros que ensucian las veredas del barrio. Todo parece ser responsabilidad del Amo, Señor y Papito “Estado”. Es una costumbre muy común entre nosotros los argentinos, y quizás se repita en otros países de Latinoamérica.
En el respeto por las diferencias religiosas, políticas o deportivas, también hacemos agua. Vivimos en un país muy dividido actualmente en cuanto a la ideología. Parece que cada verdad, para ser más “verdadera”, debe atacar, insultar y menospreciar a la otra. No es así. Nadie tiene la verdad, existen la concertación, el acuerdo y la tolerancia, y, en razón religiosa, hay una sola, que es la de Dios. Las diferencias deportivas son graciosas y cuentan con sus códigos; no obstante, nunca deben sobrepasar lo anecdótico para agredir lo personal. Es decir, podemos discutir sobre fútbol, equipos y jugadores, pero nunca violentar a una persona por motivos tan banales. La gente se pelea por equipos, y los técnicos y los jugadores pasan de un lugar a otro sin preocupación.
Las buenas costumbres no siempre se enseñan como corresponde en el seno familiar, y menos aún en las escuelas, donde muchos de los maestros transcurren las horas de clases leyendo mensajes del celular o “stalkeando” perfiles en Facebook gracias a los nuevos modos de “netbook en el aula”. La escuela en general dejó de ser un lugar propiamente educativo para ser un espacio de contención. Las maestras y las pedagogas hablan más de contención que de educación: “Este es un espacio contenedor”, “mis maestras contienen a sus chicos”. Cambiemos entonces el Ministerio de Educación por “Ministerio Contenedor” o “Ministerio de Contención”. Al título de maestro también: “Profesorado en Contención de Niños”.
En fin, si queremos ser Nación, si deseamos pasar de habitantes a ciudadanos, quizás nos haga falta hacer un repaso detallado y minucioso sobre lo que significa serlo. Desde las pequeñas actitudes cotidianas podemos construir una Nación. Los grandes logros y las hazañas de la historia se originaron con un pequeño acto de humildad, aprendizaje, esfuerzo y coraje. Podemos ser Nación, pero debemos empezar por cada uno. Hoy podemos comenzar...
miércoles, 24 de abril de 2013
La República perdida…
Si no ponemos freno al estado de corrupción, totalitarismo y soberbia; los argentinos estaremos muy pronto en graves problemas. Quizá, sea un adiós a la República y una bienvenida a la “Unión de provincias argentinas”. ¿Que cuánto falta? ¡Muy poco! Tal vez, muchos de nuestros intendentes, gobernadores y diputados, extasiados por el dinero fácil y el miedo a los escraches de traición o deslealtad, ya no piensan por sí mismos.
No tenemos un líder confiable que nos saque con valentía de la crisis moral y la desesperanza. Falta un hilo, un pequeño hilo para cruzar la frontera de nuestras libertades civiles. Cuando esto ocurra muchos se preguntarán: ¿cómo llegamos a esto? Nunca creímos que, en nuestro propio país, nuestros amigos o familiares nos llamarían golpistas, pues están entre nosotros: amigos, hermanos y vecinos se han digerido entero el relato y ya no vuelven en sí. Solo algunos pocos inteligentes entran en la duda cartesiana: “Podré estar equivocado, pero, mientras no tenga certeza de lo contrario, seguiré dudando de todo, aun de mis sentidos”.
El sentido común, el más común de los sentidos, dice, a boca de jarro, que la embestida contra la República que estamos viviendo es mayúsculamente un avasallamiento de las libertades. Primero se metieron con el campo, pero yo no me preocupé… después se metieron con los medios de comunicación, pero yo no me preocupé, luego se metieron con mis ahorros y ganancias, pero yo no me preocupé, más tarde, se metieron con la justicia, pero yo no me preocupé… ahora vienen por mí… pero ya es muy tarde.
Todo podría sonar exagerado si los valores populares y sociales que persiguen los dirigentes fueran auténticos y enaltecidos por sus vidas heroicas. No obstante, ocurre todo lo contrario: quien ejerce el Poder posee riqueza, extravagancia y ostentación pocas veces vistas en representantes populares argentinos. El champagne de Irigoyen, los elegantísimos vestidos de Evita y la Ferrari de Menem son una anécdota comparados con la lujuriosa y expuesta vanidad del Poder. No quedan adjetivos para la ridícula defensa de quienes, con pruebas fehacientes de corrupción, viven tranquilos en la impunidad. Todo sigue siendo medianamente sostenible y benévolamente comprensible, pero las repercusiones millonarias que acaban de salir a la luz, con Báez, Fariña y compañeros mártires, solo pueden asemejarse a las aventuras de Alí Baba y los cuarenta ladrones.
Aunque se empeñan en negar todo y seguir mostrando el circo de las bondades nacionales y populares, todo, tarde o temprano, se destapa. La tildaban de loca a Carrió, pero cuánta verdad disparó. Al fin y al cabo, los niños, los locos y los borrachos dicen la verdad. ¿De qué estamos hablando cuando hay un gran porcentaje del pueblo hastiado de esta política que sale a la calle con las cacerolas y es “ninguneado” por los representantes? Cuando dicen preséntense a elecciones, ¿qué están diciendo? Que todos los que elegimos ejercer nuestras profesiones, pagar nuestros impuestos, llevar adelante la pesada carga de ganar el pan de cada día y seguir subsistiendo; ¿deberíamos dejar de hacer todo eso para comenzar a hacer política partidaria? ¿Solo desde allí seremos escuchados y tenidos en cuenta? ¿Los que dejamos el Estado en manos de nuestros representantes para que se ocupen, por un tiempo determinado, de la cosa pública debemos callarnos y esperar las elecciones para expresar solo con un voto que no nos gusta la política? ¿Acaso “el pueblo no delibera sino a través de sus representantes” debe entenderse como: los representantes, una vez que llegaron al poder, son intocables y no se puede opinar ni disentir? Solo cada dos años, valemos los ciudadanos. Entonces, ¿el “a través de” sus representantes significa que lo que hacen mis representantes es lo que yo quiero implícitamente que hagan con la extensión temporal de mi libertad? Que alguien explique qué diferencia hay entre democracia y totalitarismo, porque así es difícil de entender…
El pueblo está anestesiado. Las dádivas del populismo son tantas y con segundas intenciones utilizadas que, como dice la canción del Rosarino: “Cerca… Venezuela siempre estuvo cerca…”. Estemos atentos porque muchos padecimos varios gobiernos que fueron corruptos, pero “el vamos por todo” es muy peligroso, y debemos poner freno si no queremos perder nuestra libertad, nuestros símbolos patrios, nuestra Justicia, nuestra República.
domingo, 1 de agosto de 2010
LOS CATÓLICOS ANTE LA INMORALIDAD DEL PODER
“Cuando ya no se reconoce lo que está bien y lo que está mal...estamos jodidos”- me respondió un campesino cuando le pregunté su opinión sobre la decisión del senado en torno al “matrimonio gay”. Uno, que aveces anda confundido y desorientado con tantas noticias y opiniones, por momentos piensa: ¿No seré yo el equivocado? Pero con la reflexion, la oración y la charla con personas sabias se vuelve al origen, a lo genuino. Pensaba: ¿Y cómo hemos llegado en la Argentina a tener representantes que “no” nos representan?
Nuestros representantes votaron una Ley abiertamente contraria a los principios cristianos y tradicionales sobre los cuales fue fundada nuestra Nación hace doscientos años. Esos son nuestros representantes, o a estas alturas podría llamarlos “abanderados” de sus propias ideas, “libre-pensadores”... Paradojicamente algunos provienen de provincias cultural y religiosamente conservadoras en el modelo familiar sobre todo. No les importó o no lo tuvieron en cuenta. Pesaron en su conciencia y en sus votos, seguramente la crítica o la burla de los medios, de los programas de humor... tal vez la mirada politica o las presiones partidarias pero parece que muy pocos evaluaron en la decisión el pensamiento comun del pueblo. Se había propuesto un plebiscito, pero no se lo tuvo en cuenta, quizás por miedo a perder con la mayoría del pueblo. La cultura, la tradición generalmente es mucho más fuerte y sólida, pero en nuestra política argentina primaron las decisiones personales de creerse tal vez unos vanguardistas. Hoy conviven con nosotros las ideologías acerca de la familia tambien: ya no se la toma como un modelo único al papá, mamá e hijo; sino como una variable más. Es como si el perfume de lavanda un día diga a la planta de lavanda: “Yo ya no te necesito”.
Cada día me sorprendo más cuando pienso en el articulo de título: “El matrimonio gay ya está entre nosotros” del 18 de marzo en la edición nº 437 de esta revista. Quizás no se ha dimensionado o no se ha pensado en ese momento que “el ya está ...” fuera tan real en el día de hoy, en este presente. De verdad ya está entre nosotros el “matrimonio gay” con la rápida promulgación incluso del ejecutivo donde vivamente se sigue hablando de la igualdad en la Argentina. Pero, en verdad, daría para mucho señalar acerca de cuales son las incalculables desigualdades que vemos o vivimos todos los días fuera de Balcarce 50, el Tango 01, la “ejemplar” Republica Bolivariana, el Calafate, la quinta de Olivos o el peculiar y paradójico festejo a la selección Argentina.
Me pregunto: ¿Qué nos queda aportar como Iglesia o como familia católica a un poder que niega los principios morales básicos de un pueblo mayoritariamente cristiano? ¿Cómo podemos seguir tolerando las ideas alocadas de un gobierno en muchos casos soberbio y sordo? ¿Qué país estamos construyendo a fuerza de castigos, reproches, revanchismos, rencores y desprecios? ¿Cómo comunidad religiosa mayoritaria dentro del país no podemos decir nada o no tenemos nada que decir?
Pasarán varios años para que la comunidad “gay” reaccione del todo y se dé cuenta de la victoria importante y trascendental a nivel mundial que consiguió durante este gobierno. Esta es la clase dirigente argentina que está claramente alejada de los principios religiosos, porque hasta los que se persignan votaron a favor del “matrimonio gay” y sin siquiera demostrar el más minimo arrepentimiento. Hasta algunos han burlado sus propias convicciones absteniendose en la primera votación de la Camara Baja. Esta política “progresista” dió la espalda al pueblo mayoritario, culto y honorable y respondio positivamente a las exigencias de una minoría. Las leyes inmorales nacen de una mente inmoral, de una administración de Estado que ha sacado a las patadas a Dios de la “cosa pública”.
Ni por parte del pueblo católico, ni de ningún movimiento de familia hay ataque o exclusión de la persona del gay o la lesbiana. Nada mas lejano al cristianismo sería eso. Pero el juego manipulador de pretender igualar lo que desde los principios naturales no es igual sabe a mentira, a falsedad. Lo peor de todo que soberbiamente se transformó en una pulseada política y en una victoria oficialista.
Ahora se viene el aborto y despues quien sabe que cosa. Es el cebo del poder lo que arrastra, la tristisima verdad del más puro y auténtico existencialismo filosófico: “El que no vive como piensa, termina pensando como vive”. Hace muchos años que en la Argentina decir política es equivalente a decir inmoralidad o juego sucio. Lamentablemente los católicos de a poco vamos convenciendonos de que o tomamos conciencia de nuestro rol social o seguimos llenandonos de incienso en las Iglesias sin trascender a nivel social, sin historia, sin ser signos claros de lo que creemos.
Tal vez ha comenzado un nuevo tiempo, una nueva forma de ser cristianos en el mundo de hoy. Ese compromiso social e histórico del que vienen hablandonos hace tanto tiempo la Conferencia Episcopal tiene hoy un tiempo optimo de puesta en práctica o quizás sin querer ser pesimista a estas alturas tiene fecha de vencimiento.
Y entonces me hago otras preguntas pensando en los comentarios irreverentes de algunos anticlericales: ¿Cómo puede ser que los católicos no hagamos sentir mas nuestra voz si somos parte de la sociedad? ¿Quienes concretamente de la política profesan la religión católica para aportar a la construcción nacional? O ¿para saber a quien votar y a quien pedir cuentas? El gatopardismo en cuestión de etica religiosa es repugnante. Creo que la idea no nace de pensar en luchar o enemistarse con el mundo sino en aportar nuestra sabiduría cristiana a la sociedad politica. No es tiempo de andar a oscuras o escondidos en nuestras devociones solamente, es tiempo clave de presencia. Hasta ayer los cristianos que no se metían en politica eran vistos como prudentes, hoy no pueden dejar que todo lo resuelvan entre agnósticos, ateos y cristianos de “bautismo”.
Es verdad que hoy los católicos llevamos un peso gigantesco sobre nuestros hombros que son sin dar mas vueltas: los “curas pedófilos” y últimamente hasta dieron la nota “los curas gay” y ni pensar lo que se puede encontrar en el laicado tambien. Es totalmente entendible el bajón que esta situación produce en una gran parte del pueblo católico. Algunos con tristeza dicen: “Tanto me cuesta hacerles entender a mis catequizandos sobre el amor a la Iglesia o al Obispo...y se me viene todo abajo cuando compruebo que de verdad hay curas que rezan la misa con las “manos sucias”. Seguramente tambien hay laicos que reciben los sacramentos de manera indigna o hablan de Cristo con vacío moral. Es cierto, esto nos causa muchisimo dolor y no será facil levantar la frente en alto cuando no se limpie la Iglesia de esta enfermedad que la aqueja. Pero debemos retomar vuelo y entender que son muchisimos los laicos, los religiosos, los sacerdotes que trabajan día a día y “sanamente” para construir una ansiada “civilización del amor”. Seguro que somos muchos más los que vivimos casta, honesta y santamente la vida cristiana pero eso el “mundo” nunca lo verá y menos lo “aplaudirá”.
Este pueblo cristiano que hoy sufre el desmoronamientos de los valores en su sociedad civil tiene que seguir levantando la voz aunque sea “en el desierto”. Debemos seguir defendiendo los principios morales desde la mirada de Dios. Este mundo sino nos lleva a la desaparición definitiva del amor verdadero, a la ausencia de Dios, a la política del poder adulterado por la ambición. A esto nos está llamando Cristo a cambiar el rumbo de la historia.
Hno. German Diaz
germansdb@hotmail.com
lunes, 24 de mayo de 2010
Bicentenario El país que creemos, que esperamos, que necesitamos...
Es necesario que en este bicentenario nos pongamos a pensar un nuevo país. Debemos tomar conciencia de lo que necesitamos y de lo que nos está haciendo daño. Debemos renunciar a lo que nos está llevando a la “autodestrucción” y fomentar los valores para contruir una patria nueva.
Necesitamos un país con justicia, donde se la administre con equidad, sin mirar a quien se la imparte. Todos debemos ser dignos de justicia, no sólo los ricos y poderosos. Todos debemos ser medidos con la misma vara. Todos debemos cumplir con nuestras obligaciones y si faltamos deberíamos pagar por nuestra falla.
Necesitamos un país seguro, donde podamos caminar tranquilos por las ciudades, sentarnos en las veredas, ver jugar a los niños tranquilos en las plazas. Un país sin tantos alambres de púa rodeando los balcones o los jardínes, sin tantos gastos en alarmas o seguridad privada.
Necesitamos un país previcible. Un país donde podamos invertir sin tener miedo a que el proximo partido politico que asuma el gobierno, “me lo quite todo” o “cambie repentinamente las reglas de juego”. Un país de varias ideologías pero con un solo proyecto, con varias miradas pero con un solo ideal.
Necesitamos un país republicano: Debemos recordar y enseñar los valores de la Republica: la periodicidad en los cargos; la publicidad de los actos de gobierno donde no es posible el secreto de Estado; la responsabilidad de politicos y funcionarios públicos; la separación y control entre los poderes; la soberanía de la ley; el ejercicio de la ciudadanía, “quien pone y depone”; la práctica del respeto, y no la intolerancia, con las ideas opuestas; la igualdad ante la ley; la idoneidad como condición de acceso a los cargos públicos.
Necesitamos un país honesto, con personas honradas, politicos de vocación y no eternos empleados del Estado. Que no suban al Congreso o a la gobernación para enriquecerse. Que los ciudadanos no permitamos más el “Roba pero hace”.Que todos hagamos crecer al “Estado” y no usemos millonariamente al “Estado”. Que cada político gane un sueldo importante por su “gran responsabilidad y por abandonar momentáneamente su profesión”. Pero que no asalten mas al Estado, que dejen tranquilas las Reservas, que declaren sus bienes y que nadie se pueda ir del gobierno a su vida normal enriquecido: Nunca más! Que nunca más salgan del gobierno para ir a declarar enriquecimiento ilícito.
Necesitamos un país educado, son ya muchos los años de prueba en la educación Argentina. En los últimos 30 años: ¿Qué fue un acierto en Educación? ¿Cambiar nombres? ¿Sacar números, poner conceptos? ¿Llevar séptimo a la secundaria o bajarlo a la primaria? ¿Estamos improvisando? Que “de una vez por todas” nos dediquemos a educar, primero a los educadores que son los más importantes. Que volvamos la escuela secundaria una experiencia “útil”. Que volvamos a las bibliotecas, a las clases expositivas, al estudio de nuestro idioma, al respeto al maestro. Que los padres hagan trabajar a la escuela y luego la dejen trabajar tranquila.
Necesitamos un país competente. Que explotemos al máximo nuestras potencialidades, respetando nuestro medio ambiente. Que hagamos un nuevo diagnóstico de nuestras riquezas incorporando en esa lista como primer valor al hombre y la mujer argentina.
Necesitamos un país que se autovalore. Necesitamos volver a ser noticia en el mundo pero no por los escandalos políticos, por los piquetes, por la “avivada”. Debemos reconocernos como un pueblo valioso: artistas, deportistas, científicos, emprendedores, politicos de calidad y valiosos. Que nuestras Universidades Públicas vuelvan a ser una reserva intelectual, un potencial extraordinario.
Necesitamos un país que no se venda. Que limitemos la venta de tierras a grandes capitales extranjeros. Que reservemos, utilicemos y cuidemos nuestro espacio vital, nuestro paisaje, nuestros mares, lagos, ríos, montes, bosques y montañas.
Necesitamos un país popular sin populismos. Que el pueblo sea el objetivo de las politicas de Estado y no más el “objeto”. La peor política es la que abusa de los pobres. Solo valen por el voto, porque son muchos, porque necesitan, porque no tienen mucho que perder. Luego de las elecciones los politicos pasean en yates y sus votantes siguen arrastrando el carro de cartones y el carro pesadísimo de la vida en la incertidumbre...
Necesitamos un país unido. ¿Por qué nos hicieron creer que hay dos Argentinas? ¿Por qué nos enfrentaron? Sómos un mismo pueblo, una misma sangre! Nos une una historia, la música, el origen gringo, criollo, mestizo y aborigen. Es más lo que nos une, que lo que nos podría dividir si nos asalta la enfermedad de la ideología.
Necesitamos un país de diálogo. ¿Por qué hay tanto miedo de escuchar al diferente? Suponiendo que nuestro maximo enemigo quiera hablarnos: ¿Por qué no escucharlo? Necesitamos madurar, volver a mirarnos y reconocernos como hermanos dejando atrás la egolatría de las ideas. Debemos mirar a nuestro alrededor y reconocer a millones de jóvenes y adolescentes que, desorientados, no entienden porque los adultos no podemos encontrar un punto de conexión. Que los periodistas, comunicadores y “opinologos” reflexionen un nuevo código de ética profesional y no solamente el derecho de expresión
Necesitamos un país con humildad: basta de pensarnos y creernos los mejores. Hemos perdido decadas creyendonos los mas importantes del mundo. El progreso nos rodea y nos cuestiona en nuestros propias narices, lejos estamos de ser el país que inconcientemente guardamos en nuestro ego argentino.
Necesitamos un país con ciudadanos que trabajen porque el trabajo es dignidad y los subsidios son denigración. Terminemos con una patria parada donde se usan hasta las últimas reservas con la intención de sostener un cuerpo envenenado sin cultura del trabajo, donde el padre no lleva el pan a la mesa, donde una mujer hace colas interminables con sus hijos para cobrar un dinero que se regala. Volvamos al trabajo, donde todos reciban solo lo que consiguen con su esfuerzo. Pero no excluyamos totalmente, siempre existirán personas que no pueden ganarse el dinero por sus propios medios: por enfermedad, discapacidad, vejez, etc...Para ellos trabajemos y demos una parte de nuestra productividad. Nunca más el “subsidio regalo” o “atadura política” y anclado en punteros, nunca más la dádiva.
Necesitamos un país con campo, tolerante, que perdone, que se autoevalúe, libre de chantajes, un país franco y noble, sereno, progresista
Necesitamos un país creyente, donde se respete la voz de los pastores. Es urgente volver a los valores: la familia, la religión, el trabajo, el sentido patriotico... Un país donde la fe nos anime a seguir en los momentos dificiles. Nadie puede vivir sin fe. Como dice Ernesto Sábato hablando de los valores de “antes”: “...nunca reparé en este tiempo como en aquella frase: DIOS PROVEERÁ. El modo de ser de entonces, el desinterés , la serenidad de sus modales, indudablemente reposaba en la honda confianza que tenían en la vida...”1
Necesitamos una Nación:madura, conciente de sus límites y de sus riquezas, dialoguista. Necesitamos un país unido por las redes culturales del pueblo. Debemos recuperar ese tejido social que tantos años costó a nuestros abuelos y bisabuelos. Debemos volver a las fuentes, a lo que nos hizo crecer, a lo que nos dió la oportunidad de ser un país grande. Necesitamos volver a creer y no renunciar a los ideales por mas dificil que sea la realidad que hoy nos toca vivir.
Hno. German Ceferino Diaz
germansdb@hotmail.com
1 SABATO, Ernesto. “La resistencia” Emecé 2006.- pagina 47.-
jueves, 3 de abril de 2008
EL PROBLEMA DEL CAMPO
Creer que ganó, un riesgo para el poder
Por Joaquín Morales Solá Para LA NACION
Jueves 3 de abril de 2008 Publicado en la Edición impresa
El paro agropecuario se levantó no como consecuencia del acto peronista del martes en Plaza de Mayo, sino a pesar de ese acto. La movilización del justicialismo estuvo, más bien, a punto de arruinar el intenso trabajo interno de disuasión que venían haciendo los dirigentes agropecuarios desde anteayer. El Gobierno cometería otro grave error si valorara la suspensión de la medida de fuerza dispuesta ayer como una victoria propia o si considerara a los productores rurales un ejército vencido. La precisión de la mirada, la selección de las palabras y la prudencia de los actos serán elementos cruciales en los próximos días para resolver, o no, el conflicto más largo que hayan protagonizado los sectores del campo. Los productores y sus dirigentes se han encontrado, por primera vez en muchas décadas, con un amplio apoyo social, aun cuando gran parte de la sociedad comenzaba a sentir las consecuencias de la escasez y el de- sabastecimiento. Precisamente, el temor a perder ese respaldo social si seguían vacías las góndolas y las carnicerías es lo que llevó a los dirigentes rurales a abrir una tregua de un mes. Un eventual cambio en el humor social era, en efecto, una posibilidad cierta si se profundizaban las carencias colectivas. El presidente de la Sociedad Rural, Luciano Miguens, anticipó el mismo lunes, pocas horas después del más conciliador de los discursos presidenciales, que se dedicaría exclusivamente en las 48 horas siguientes a calmar los espíritus de los campesinos y a buscar una pausa en el conflicto. Es lo que él y sus pares de las otras organizaciones rurales lograron ayer. Pero antes, el martes, la Presidenta calificó a todos los dirigentes agropecuarios de golpistas. El Gobierno parece a veces flagelado por sus propias deducciones. El paro agropecuario -y su criticable metodología de cortar las rutas- fue siempre una decisión que rebasó a los dirigentes del sector después de los primeros dos días de protesta. Creer que esa huelga fue una decisión de unos pocos, tomada mientras fumaban habanos en elegantes salones, significa una visión conspirativa sin ningún lazo con la realidad. No se puede explicar de otra manera que se haya vinculado a este paro con un lockout de hace 32 años. Muchos de los productores que pararon o que estaban en las rutas ni siquiera habían nacido entonces.
* * * El problema vuelve, en definitiva, al lugar de donde nunca debió salir: una mesa de negociación entre los funcionarios de un gobierno legítimamente elegido y los dirigentes de un sector decisivo de la economía, también legítimamente elegidos por los afiliados de sus organizaciones. La solución, vale la pena recordarlo, nunca saldrá de un diálogo enfurecido y distante entre la Plaza de Mayo y Gualeguaychú. Es hora ya de que la Argentina abandone el estado de asamblea, porque frente a la multitud, sea cual fuere su extracción, no importa resolver el problema, sino conformar a un público sediento de agresiones. La primera conclusión a la que debe llegar el Gobierno es que se equivocó en la forma y en el fondo. La propia Presidenta aseguró en uno de sus discursos que el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, había llamado a las entidades agropecuarias el 12 de marzo para discutir el aumento sideral de las retenciones, y su conversión en un gravamen móvil, decidido el 11 de marzo. ¿Por qué ese llamado no se hizo el 10 de marzo, para evitar que los dirigentes se enteraran por los diarios? ¿Por qué los dirigentes rurales fueron segregados de la convocatoria al Salón Blanco de la Casa Rosada, el lunes último, cuando fueron invitados dirigentes empresariales del sector bancario e industrial? ¿Acaso se han convertido en enemigos definitivos que no merecen ni un gesto de cordialidad? Toda negociación de pacificación necesita de un clima previo propicio para la pacificación. Es la condición de cualquier negociación. El del lunes fue el discurso más dialoguista de la Presidenta, pero sus actos iban en el sentido contrario. Hay algo más condicionante del diálogo. Es la historia. El trigo y la carne han pasado a ser las actuales estrellas del firmamento oficial en detrimento de la soja, considerada por funcionarios oficiales una "plaga". El problema es que ya en otros tiempos hubo embestidas oficiales contra la carne, contra el trigo o contra la leche. El Gobierno parece perseguir, simplemente, al sector agropecuario que es más rentable. O lo convierte en inviable, como pasa ahora con la leche, o le vacía los bolsillos, como sucede con la soja. Un plan para resolver todos esos conflictos no se diseñará en asambleas, ya sean peronistas o ruralistas. El conflicto deja también a algunos funcionarios heridos. Los dos primeros son el ministro de Economía, Martín Lousteau, y el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno. Lousteau fue criticado en reserva por muchos funcionarios y legisladores por su estrategia de anunciar primero las medidas sobre las retenciones y convocar luego a la negociación; subrayó siempre que lo que había resuelto no sería cambiado nunca. ¿Qué negociación podía abrirse en tales condiciones? Moreno colmó la paciencia de lecheros, ganaderos, horticultores, sojeros y campesino de cualquier condición. Entre los productores encontró también uno de los pocos límites con los que se topó en su vida de jactancias. El alarde de una supuesta victoria oficial no sólo sería un error político, sino también un pavoneo sin justificaciones. A lo largo del enfrentamiento con el campo, el Gobierno sacrificó inmensos caudales de simpatía popular en las encuestas y perdió torrentes de prestigio internacional. La permanente exhibición de dirigentes oficialistas como Luis D Elía y Hugo Moyano liderando fuerzas de choque en la Capital y en las rutas será un precio político muy caro que la administración irá pagando en interminables cuotas. Por encima de lo que dice y hace en público, el Gobierno no ignora que el proceso del conflicto le agrietó seriamente la adhesión en los propios bloques oficialistas del Congreso y que debió recurrir a una rígida cuerda para sujetar en la disciplina a muchos gobernadores kirchneristas. No pudo con todos. El Gobierno tenía, en última instancia, los mismos límites que reconocían los dirigentes agropecuarios, aunque esos límites hayan sido de otra naturaleza. Alguno de los dos tenía que dar un paso hacia la distensión. Correspondía que no fuera el Gobierno el que lo diera, sino los dirigentes sectoriales. Así fue. Pero eso no es una victoria, sino la simple construcción de un umbral nuevo, de otro comienzo.
Por Joaquín Morales Solá Para LA NACION
Jueves 3 de abril de 2008 Publicado en la Edición impresa
El paro agropecuario se levantó no como consecuencia del acto peronista del martes en Plaza de Mayo, sino a pesar de ese acto. La movilización del justicialismo estuvo, más bien, a punto de arruinar el intenso trabajo interno de disuasión que venían haciendo los dirigentes agropecuarios desde anteayer. El Gobierno cometería otro grave error si valorara la suspensión de la medida de fuerza dispuesta ayer como una victoria propia o si considerara a los productores rurales un ejército vencido. La precisión de la mirada, la selección de las palabras y la prudencia de los actos serán elementos cruciales en los próximos días para resolver, o no, el conflicto más largo que hayan protagonizado los sectores del campo. Los productores y sus dirigentes se han encontrado, por primera vez en muchas décadas, con un amplio apoyo social, aun cuando gran parte de la sociedad comenzaba a sentir las consecuencias de la escasez y el de- sabastecimiento. Precisamente, el temor a perder ese respaldo social si seguían vacías las góndolas y las carnicerías es lo que llevó a los dirigentes rurales a abrir una tregua de un mes. Un eventual cambio en el humor social era, en efecto, una posibilidad cierta si se profundizaban las carencias colectivas. El presidente de la Sociedad Rural, Luciano Miguens, anticipó el mismo lunes, pocas horas después del más conciliador de los discursos presidenciales, que se dedicaría exclusivamente en las 48 horas siguientes a calmar los espíritus de los campesinos y a buscar una pausa en el conflicto. Es lo que él y sus pares de las otras organizaciones rurales lograron ayer. Pero antes, el martes, la Presidenta calificó a todos los dirigentes agropecuarios de golpistas. El Gobierno parece a veces flagelado por sus propias deducciones. El paro agropecuario -y su criticable metodología de cortar las rutas- fue siempre una decisión que rebasó a los dirigentes del sector después de los primeros dos días de protesta. Creer que esa huelga fue una decisión de unos pocos, tomada mientras fumaban habanos en elegantes salones, significa una visión conspirativa sin ningún lazo con la realidad. No se puede explicar de otra manera que se haya vinculado a este paro con un lockout de hace 32 años. Muchos de los productores que pararon o que estaban en las rutas ni siquiera habían nacido entonces.
* * * El problema vuelve, en definitiva, al lugar de donde nunca debió salir: una mesa de negociación entre los funcionarios de un gobierno legítimamente elegido y los dirigentes de un sector decisivo de la economía, también legítimamente elegidos por los afiliados de sus organizaciones. La solución, vale la pena recordarlo, nunca saldrá de un diálogo enfurecido y distante entre la Plaza de Mayo y Gualeguaychú. Es hora ya de que la Argentina abandone el estado de asamblea, porque frente a la multitud, sea cual fuere su extracción, no importa resolver el problema, sino conformar a un público sediento de agresiones. La primera conclusión a la que debe llegar el Gobierno es que se equivocó en la forma y en el fondo. La propia Presidenta aseguró en uno de sus discursos que el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, había llamado a las entidades agropecuarias el 12 de marzo para discutir el aumento sideral de las retenciones, y su conversión en un gravamen móvil, decidido el 11 de marzo. ¿Por qué ese llamado no se hizo el 10 de marzo, para evitar que los dirigentes se enteraran por los diarios? ¿Por qué los dirigentes rurales fueron segregados de la convocatoria al Salón Blanco de la Casa Rosada, el lunes último, cuando fueron invitados dirigentes empresariales del sector bancario e industrial? ¿Acaso se han convertido en enemigos definitivos que no merecen ni un gesto de cordialidad? Toda negociación de pacificación necesita de un clima previo propicio para la pacificación. Es la condición de cualquier negociación. El del lunes fue el discurso más dialoguista de la Presidenta, pero sus actos iban en el sentido contrario. Hay algo más condicionante del diálogo. Es la historia. El trigo y la carne han pasado a ser las actuales estrellas del firmamento oficial en detrimento de la soja, considerada por funcionarios oficiales una "plaga". El problema es que ya en otros tiempos hubo embestidas oficiales contra la carne, contra el trigo o contra la leche. El Gobierno parece perseguir, simplemente, al sector agropecuario que es más rentable. O lo convierte en inviable, como pasa ahora con la leche, o le vacía los bolsillos, como sucede con la soja. Un plan para resolver todos esos conflictos no se diseñará en asambleas, ya sean peronistas o ruralistas. El conflicto deja también a algunos funcionarios heridos. Los dos primeros son el ministro de Economía, Martín Lousteau, y el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno. Lousteau fue criticado en reserva por muchos funcionarios y legisladores por su estrategia de anunciar primero las medidas sobre las retenciones y convocar luego a la negociación; subrayó siempre que lo que había resuelto no sería cambiado nunca. ¿Qué negociación podía abrirse en tales condiciones? Moreno colmó la paciencia de lecheros, ganaderos, horticultores, sojeros y campesino de cualquier condición. Entre los productores encontró también uno de los pocos límites con los que se topó en su vida de jactancias. El alarde de una supuesta victoria oficial no sólo sería un error político, sino también un pavoneo sin justificaciones. A lo largo del enfrentamiento con el campo, el Gobierno sacrificó inmensos caudales de simpatía popular en las encuestas y perdió torrentes de prestigio internacional. La permanente exhibición de dirigentes oficialistas como Luis D Elía y Hugo Moyano liderando fuerzas de choque en la Capital y en las rutas será un precio político muy caro que la administración irá pagando en interminables cuotas. Por encima de lo que dice y hace en público, el Gobierno no ignora que el proceso del conflicto le agrietó seriamente la adhesión en los propios bloques oficialistas del Congreso y que debió recurrir a una rígida cuerda para sujetar en la disciplina a muchos gobernadores kirchneristas. No pudo con todos. El Gobierno tenía, en última instancia, los mismos límites que reconocían los dirigentes agropecuarios, aunque esos límites hayan sido de otra naturaleza. Alguno de los dos tenía que dar un paso hacia la distensión. Correspondía que no fuera el Gobierno el que lo diera, sino los dirigentes sectoriales. Así fue. Pero eso no es una victoria, sino la simple construcción de un umbral nuevo, de otro comienzo.
miércoles, 18 de julio de 2007
¿EN QUÉ REPÚBLICA VIVIMOS?
Un presidente que define, aplaude, defiende y postula un candidato es poco serio. No convence alguien que avanza en pos de construir a costas de un pueblo empobrecido con cincuenta años de promesas de justicia social. En Argentina la suerte política es verdaderamente eso; una suerte. En política pueden pasar varias cosas, y todas ellas por etapas. Por ejemplo: un pueblo puede pasar de la corrupción a la austeridad, de allí al enriquecimiento, un período de estabilidad y talvez una vuelta al relaje. En Argentina es llamativo hace casi un siglo pasamos de una corrupción refinada a otra mas desfachatada, luego a una encubierta, otra con malos, sucios y feos; otra con feligreses de casco y blasón. Así la historia de la política Argentina tiene dos capitulos. Uno de los proceres y heroes estilo San Martín y Belgrano. Otro de los villanos y mounstrosos que no hace falta resaltar nombres. En la Argentina queda algo por hacer: cambiar o cambiar. Libertad, libros, etica, convicciones, seriedad, trabajo, dedicación y responsabilidad son algunos de las distintas esencias que podrían combinar un cambio tan largamente esperado. GERMAN DIAZ
viernes, 15 de junio de 2007
VIDEO GAMES O EL INTENTO POR ENTENDER
Sobre el libro “Escenas de la vida posmoderna”
Capitulo: abundancia y pobreza.
Tema: video games
Las máquinas son un infinito, cada tanto termina un ciclo y recomienza otro básicamente igual pero, al mismo tiempo, caracterizado por variaciones. Como un infinito periódico, hipnotizan e inducen a que se persiga un limite inalcanzable después del cual el jugador vencería a la maquina.
Los locales de video games, incluso los mas lujosos que combinan kitsch y climas East Side neoyorkino con escaleras de lata y mamparas de metal desplegado. Mucho más que la mecánica de los juegos, el “efecto tugurio” marca la presencia de una subcultura cuyos miembros valoran logros que el resto de la sociedad no considera tanto: por ejemplo, ganarle a la máquina, lo cual quiere decir no vencer a alguien teóricamente igual sino a algo realmente diferente; por ejemplo ganar sin obtener otra recompensa que la simbólica.
El efecto tugurio tiene que ver también con la presencia minoritaria de mujeres. Entran algunas siguiendo a sus novios; otras, las vocacionales, por lo general están frente a las pantallas de juegos geométricos, que son menos sorprendentes en la proliferación de sonidos pero imponen dificultades mas intelectuales.
Las maquinas están mas allá de lo todo lo dicho, en verdad son un ensamblaje de elementos de temporalidades diferentes: las palancas y los botones de control pertenecen a la era de la mecánica; las pantallas, a la de la digitalización de imágenes y sonidos. La combinación de esas dos tecnologías produce un híbrido más incongruente que el teclado de buen diseño de una computadora barata.
Muchos de los juegos operan sobre las dificultades que produce esta heterogeneidad: ¿Cuánto puedo acelerar mis reflejos corporales para lograr vencer la velocidad de los chips? ¿Qué nivel de dificultad admite no mi previsión abstracta sino mi capacidad física de transformarla en acciones que aparezcan en pantalla?
Los malos jugadores no intentan responder a esta pregunta. Estos malos jugadores son arrebatados por la velocidad de la maquina y creen que la velocidad del reflejo físico podrá alguna vez compensar la aceleración visual. Trabajan contra el tiempo. El buen jugador en cambio trabaja con el tiempo: es solo lo suficientemente rápido, no más rápido de lo suficiente. Los malos jugadores van contra la lógica del juego que no reside solo en la aceleración física sino en una teoría del encuentro, entre la aceleración de los movimientos y la traducción de los reflejos en decisiones que aplacen el final.
Existen maquinas que simulan una mala película y sus controles imitan pistolas o rifles. Aunque su tecnología sea más sofisticada, conceptualmente son la prehistoria del video game. El realismo de las imágenes producidas por estos juegos es banal e increíble.
Están también las maquinas que simulan la conducción de un auto en carretera o en pista. Diría que son las maquinas infantiles por excelencia. Didácticas con leves cambios de programación podrían incorporarse a la escuela para enseñar a conducir respetando señales, acelerando como se debe en las curvas y evitando a los bólidos que en cualquier momento se tiran sobre uno.
Las maquinas clásica (llamemos clásicas a las pac man producen sus propios héroes) son las mas originales. Ellas ponen de manifiesto la lógica de variación y repetición que la ley del juego. Y también subrayan que el secreto está en un límite nítido entre ciclos de peripecias y vacío de sentido narrativo.
Los signos que evocan personajes oposiciones, jerarquías, enemigos y ayudantes prueban que se puede tener un sistema de personajes sin tener historia. No se necesita recordar la unidad anterior para pasar a la siguiente. Tema sin narración, tema en estado primitivo antes de la peripecia, de los desvíos de las líneas secundarias. Entonces: tema y significantes. En el medio, repeticiones organizadas en ciclos que exigen una performance cuya verdad no está en el enfrentamiento de personajes sino en el duelo entre jugador y maquina.
El video game propone la ilusión de que las acciones podrán alguna vez modificar el infinito periódico que la maquina lleva inscripto y que presenta, ante el jugador potencial en la primera pantalla del juego, donde sus alternativas se repiten indefinidamente.
Capitulo: abundancia y pobreza.
Tema: video games
Las máquinas son un infinito, cada tanto termina un ciclo y recomienza otro básicamente igual pero, al mismo tiempo, caracterizado por variaciones. Como un infinito periódico, hipnotizan e inducen a que se persiga un limite inalcanzable después del cual el jugador vencería a la maquina.
Los locales de video games, incluso los mas lujosos que combinan kitsch y climas East Side neoyorkino con escaleras de lata y mamparas de metal desplegado. Mucho más que la mecánica de los juegos, el “efecto tugurio” marca la presencia de una subcultura cuyos miembros valoran logros que el resto de la sociedad no considera tanto: por ejemplo, ganarle a la máquina, lo cual quiere decir no vencer a alguien teóricamente igual sino a algo realmente diferente; por ejemplo ganar sin obtener otra recompensa que la simbólica.
El efecto tugurio tiene que ver también con la presencia minoritaria de mujeres. Entran algunas siguiendo a sus novios; otras, las vocacionales, por lo general están frente a las pantallas de juegos geométricos, que son menos sorprendentes en la proliferación de sonidos pero imponen dificultades mas intelectuales.
Las maquinas están mas allá de lo todo lo dicho, en verdad son un ensamblaje de elementos de temporalidades diferentes: las palancas y los botones de control pertenecen a la era de la mecánica; las pantallas, a la de la digitalización de imágenes y sonidos. La combinación de esas dos tecnologías produce un híbrido más incongruente que el teclado de buen diseño de una computadora barata.
Muchos de los juegos operan sobre las dificultades que produce esta heterogeneidad: ¿Cuánto puedo acelerar mis reflejos corporales para lograr vencer la velocidad de los chips? ¿Qué nivel de dificultad admite no mi previsión abstracta sino mi capacidad física de transformarla en acciones que aparezcan en pantalla?
Los malos jugadores no intentan responder a esta pregunta. Estos malos jugadores son arrebatados por la velocidad de la maquina y creen que la velocidad del reflejo físico podrá alguna vez compensar la aceleración visual. Trabajan contra el tiempo. El buen jugador en cambio trabaja con el tiempo: es solo lo suficientemente rápido, no más rápido de lo suficiente. Los malos jugadores van contra la lógica del juego que no reside solo en la aceleración física sino en una teoría del encuentro, entre la aceleración de los movimientos y la traducción de los reflejos en decisiones que aplacen el final.
Existen maquinas que simulan una mala película y sus controles imitan pistolas o rifles. Aunque su tecnología sea más sofisticada, conceptualmente son la prehistoria del video game. El realismo de las imágenes producidas por estos juegos es banal e increíble.
Están también las maquinas que simulan la conducción de un auto en carretera o en pista. Diría que son las maquinas infantiles por excelencia. Didácticas con leves cambios de programación podrían incorporarse a la escuela para enseñar a conducir respetando señales, acelerando como se debe en las curvas y evitando a los bólidos que en cualquier momento se tiran sobre uno.
Las maquinas clásica (llamemos clásicas a las pac man producen sus propios héroes) son las mas originales. Ellas ponen de manifiesto la lógica de variación y repetición que la ley del juego. Y también subrayan que el secreto está en un límite nítido entre ciclos de peripecias y vacío de sentido narrativo.
Los signos que evocan personajes oposiciones, jerarquías, enemigos y ayudantes prueban que se puede tener un sistema de personajes sin tener historia. No se necesita recordar la unidad anterior para pasar a la siguiente. Tema sin narración, tema en estado primitivo antes de la peripecia, de los desvíos de las líneas secundarias. Entonces: tema y significantes. En el medio, repeticiones organizadas en ciclos que exigen una performance cuya verdad no está en el enfrentamiento de personajes sino en el duelo entre jugador y maquina.
El video game propone la ilusión de que las acciones podrán alguna vez modificar el infinito periódico que la maquina lleva inscripto y que presenta, ante el jugador potencial en la primera pantalla del juego, donde sus alternativas se repiten indefinidamente.
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