SOLEDAD EN “BLOG”
La soledad de tantos “solos” en salas de chat. Diálogos vacuos del “hola estoy aburrido, hay alguien para hablar” o “busco conocernos” La soledad del que busca estar solo porque no quiere compartir vida, solo matar el tiempo, ese que sobra después de acomodar las horas en función de las ocupaciones personales y deseos individuales. La soledad de los box de un ciber en pleno centro, en un bar o en un kiosco. Salas de luces de neón, violetas y amarillas, un escondite personal para cada navegante. Un escape a la nueva fiebre de sábado por la noche. La soledad de la nueva comunicación, la soledad de los tiempos del díalogo entrecortado y anarquía de la síntesis, del “no disponible” o “al teléfono”. La soledad del “pero no quiero compromisos”.Tiempos de realidad virtual, de soledad del tiempo libre. El tiempo de abundancia de solteros de treinta y cuarenta buscando nuevas experiencias, nuevas vivencias. Tiempo de solos que viven con muchos, pero cada cual solitario en su “blog” o contando su historia en “you tube”. Tiempos del cada uno con su mp3 o su celular matando el tiempo, aprovechando la espera, escribiendo mensajes para olvidar que está solo. De los mensajes cortos “tb?”, de los mensajes abreviados o guardados.
Una soledad inédita para la historia, paradójica en los tiempos de la comunicación. Hombres mas comunicados que nunca, encimados en apretados departamentos o amontonados en discotecas y recitales. Físicamente cercanos en monoambientes diminutos, unos escuchando los ruidos de los otros, pero solitarios sin querer reconocer que están solos. Hasta las acciones más intimas se han vuelto un accionar en solitariedad. No recuerdo ningún concepto sociológico ni filosófico que explique una soledad tan profunda, tan ontológica, tan triste como la que vivimos. Es cierto que Sartre experimenta que la soledad es condición humana, pero no registró en él una determinación tan pragmática como la que vivimos, la soledad egoísta, individual, disconforme con casi todo, insaciable. No pudo imaginarse, no alcanzó a conocer.
La soledad tapada caminando en un laberinto, escondido en un shopping, hurgando libros sin interés en una librería gigante. Provocando la búsqueda de imágenes en “google”, sin saber para que. Estar conectados sin contacto real: “te invito a ver mi blog”, nueva visita de red, husmeando la vida privada sin siquiera conocer verdaderamente al protagonista. Ni se hablan, ni se conocen, no se saludan pero chatean y se visitan en sus “blog”. Comparten los retratos instantáneos de una vida digital que es efímera. Una pagina para compartir, fotos subidas instantáneamente que son historia del presente pero se esfuman en pocos días. Ya no aparecen, las pierdo, ni sé donde están, en que archivo. Historia fugaz de un flash y mirar como salimos y buscar otra pose y volver a mirar. La vida queda en una imagen y quiero encontrarme en la web. “No me busques en mi casa, estoy en la red”.
En el comienzo de esta era, surgía una canción con esta letra: “Un cadáver conectado a Internet…pasado mañana es ayer…la enfermedad del corazón tan mortal tan eterna tiñe de amargura la aventura del yo…La soledad es la ecuación de la vida moderna.”[1]
Soledad de red, buscame en ella, allí estoy conectado todo el día. “No puedo, salí a comer”. Estar solos es mucho mas triste que quedarse solos, no siempre quedarse solo es desesperante, podemos estar preparados para caminar solos por la calle pero no por la vida. Hoy significa mucho no tener con quien comer, porque no llegamos a tiempo. El tiempo, la red, la fiebre del no sé que hacer con tanto trabajo. Los hijos en lo de la abuela o en la guardería, o en algún lugar esperando el tiempo. Los abuelos en una sala ordenados y perfumados listos para recibir la cena de las siete de la tarde y esperar otros ocho días para que venga alguien de visita.
No es un tiempo perdido el trabajo, los negocios, las reuniones importantes, las planificaciones, los encuentros y congresos. El tiempo importante vale oro. El tiempo del sentarse a mirar el cielo o el río, o a jugar con los hijos o a escuchar a papá con sus historias de los años que fueron. El tiempo no alcanza, la soledad puede, vence, busca, aprisiona. La soledad de este tiempo no reconoce lugar, estamos pasando por muchos. No hay un espacio definido, es soledad ambulatoria. No hay casas vacías, hay gente vacía. No hay rincones oscuros, hay oscuridad del corazón. No tenemos tiempo, no seguimos el ritmo del corazón, latimos con velocidad de banda ancha, un mundo nuevo fascinante de un clic. Solo sentir que demora la pagina trae tensiones. “¿Qué pasa que anda lento esto?”, “acelerador de Internet”, “navega mas rápido”, “DSL ya sin perdidas de tiempo”. Rápido Internet, rápida la vida. Insoportable pérdida del tiempo y desesperada búsqueda de ocupación del tiempo. Y El Principito le dijo: “si yo dispusiera de 53 minutos caminaría suavemente hasta la fuente”[2] ¿Dónde está la fuente? Estamos muy, muy sedientos. Vamos ya, ahora, naveguemos al corazón.
Hno. German Diaz
germansdb@hotmail.com
[1] PAEZ, Fito “La vida moderna” en “Enemigos íntimos”
[2] SAINT EXUPERY, Antoine. “El Principito”
La soledad de tantos “solos” en salas de chat. Diálogos vacuos del “hola estoy aburrido, hay alguien para hablar” o “busco conocernos” La soledad del que busca estar solo porque no quiere compartir vida, solo matar el tiempo, ese que sobra después de acomodar las horas en función de las ocupaciones personales y deseos individuales. La soledad de los box de un ciber en pleno centro, en un bar o en un kiosco. Salas de luces de neón, violetas y amarillas, un escondite personal para cada navegante. Un escape a la nueva fiebre de sábado por la noche. La soledad de la nueva comunicación, la soledad de los tiempos del díalogo entrecortado y anarquía de la síntesis, del “no disponible” o “al teléfono”. La soledad del “pero no quiero compromisos”.Tiempos de realidad virtual, de soledad del tiempo libre. El tiempo de abundancia de solteros de treinta y cuarenta buscando nuevas experiencias, nuevas vivencias. Tiempo de solos que viven con muchos, pero cada cual solitario en su “blog” o contando su historia en “you tube”. Tiempos del cada uno con su mp3 o su celular matando el tiempo, aprovechando la espera, escribiendo mensajes para olvidar que está solo. De los mensajes cortos “tb?”, de los mensajes abreviados o guardados.
Una soledad inédita para la historia, paradójica en los tiempos de la comunicación. Hombres mas comunicados que nunca, encimados en apretados departamentos o amontonados en discotecas y recitales. Físicamente cercanos en monoambientes diminutos, unos escuchando los ruidos de los otros, pero solitarios sin querer reconocer que están solos. Hasta las acciones más intimas se han vuelto un accionar en solitariedad. No recuerdo ningún concepto sociológico ni filosófico que explique una soledad tan profunda, tan ontológica, tan triste como la que vivimos. Es cierto que Sartre experimenta que la soledad es condición humana, pero no registró en él una determinación tan pragmática como la que vivimos, la soledad egoísta, individual, disconforme con casi todo, insaciable. No pudo imaginarse, no alcanzó a conocer.
La soledad tapada caminando en un laberinto, escondido en un shopping, hurgando libros sin interés en una librería gigante. Provocando la búsqueda de imágenes en “google”, sin saber para que. Estar conectados sin contacto real: “te invito a ver mi blog”, nueva visita de red, husmeando la vida privada sin siquiera conocer verdaderamente al protagonista. Ni se hablan, ni se conocen, no se saludan pero chatean y se visitan en sus “blog”. Comparten los retratos instantáneos de una vida digital que es efímera. Una pagina para compartir, fotos subidas instantáneamente que son historia del presente pero se esfuman en pocos días. Ya no aparecen, las pierdo, ni sé donde están, en que archivo. Historia fugaz de un flash y mirar como salimos y buscar otra pose y volver a mirar. La vida queda en una imagen y quiero encontrarme en la web. “No me busques en mi casa, estoy en la red”.
En el comienzo de esta era, surgía una canción con esta letra: “Un cadáver conectado a Internet…pasado mañana es ayer…la enfermedad del corazón tan mortal tan eterna tiñe de amargura la aventura del yo…La soledad es la ecuación de la vida moderna.”[1]
Soledad de red, buscame en ella, allí estoy conectado todo el día. “No puedo, salí a comer”. Estar solos es mucho mas triste que quedarse solos, no siempre quedarse solo es desesperante, podemos estar preparados para caminar solos por la calle pero no por la vida. Hoy significa mucho no tener con quien comer, porque no llegamos a tiempo. El tiempo, la red, la fiebre del no sé que hacer con tanto trabajo. Los hijos en lo de la abuela o en la guardería, o en algún lugar esperando el tiempo. Los abuelos en una sala ordenados y perfumados listos para recibir la cena de las siete de la tarde y esperar otros ocho días para que venga alguien de visita.
No es un tiempo perdido el trabajo, los negocios, las reuniones importantes, las planificaciones, los encuentros y congresos. El tiempo importante vale oro. El tiempo del sentarse a mirar el cielo o el río, o a jugar con los hijos o a escuchar a papá con sus historias de los años que fueron. El tiempo no alcanza, la soledad puede, vence, busca, aprisiona. La soledad de este tiempo no reconoce lugar, estamos pasando por muchos. No hay un espacio definido, es soledad ambulatoria. No hay casas vacías, hay gente vacía. No hay rincones oscuros, hay oscuridad del corazón. No tenemos tiempo, no seguimos el ritmo del corazón, latimos con velocidad de banda ancha, un mundo nuevo fascinante de un clic. Solo sentir que demora la pagina trae tensiones. “¿Qué pasa que anda lento esto?”, “acelerador de Internet”, “navega mas rápido”, “DSL ya sin perdidas de tiempo”. Rápido Internet, rápida la vida. Insoportable pérdida del tiempo y desesperada búsqueda de ocupación del tiempo. Y El Principito le dijo: “si yo dispusiera de 53 minutos caminaría suavemente hasta la fuente”[2] ¿Dónde está la fuente? Estamos muy, muy sedientos. Vamos ya, ahora, naveguemos al corazón.
Hno. German Diaz
germansdb@hotmail.com
[1] PAEZ, Fito “La vida moderna” en “Enemigos íntimos”
[2] SAINT EXUPERY, Antoine. “El Principito”