miércoles, 24 de abril de 2013
La República perdida…
Si no ponemos freno al estado de corrupción, totalitarismo y soberbia; los argentinos estaremos muy pronto en graves problemas. Quizá, sea un adiós a la República y una bienvenida a la “Unión de provincias argentinas”. ¿Que cuánto falta? ¡Muy poco! Tal vez, muchos de nuestros intendentes, gobernadores y diputados, extasiados por el dinero fácil y el miedo a los escraches de traición o deslealtad, ya no piensan por sí mismos.
No tenemos un líder confiable que nos saque con valentía de la crisis moral y la desesperanza. Falta un hilo, un pequeño hilo para cruzar la frontera de nuestras libertades civiles. Cuando esto ocurra muchos se preguntarán: ¿cómo llegamos a esto? Nunca creímos que, en nuestro propio país, nuestros amigos o familiares nos llamarían golpistas, pues están entre nosotros: amigos, hermanos y vecinos se han digerido entero el relato y ya no vuelven en sí. Solo algunos pocos inteligentes entran en la duda cartesiana: “Podré estar equivocado, pero, mientras no tenga certeza de lo contrario, seguiré dudando de todo, aun de mis sentidos”.
El sentido común, el más común de los sentidos, dice, a boca de jarro, que la embestida contra la República que estamos viviendo es mayúsculamente un avasallamiento de las libertades. Primero se metieron con el campo, pero yo no me preocupé… después se metieron con los medios de comunicación, pero yo no me preocupé, luego se metieron con mis ahorros y ganancias, pero yo no me preocupé, más tarde, se metieron con la justicia, pero yo no me preocupé… ahora vienen por mí… pero ya es muy tarde.
Todo podría sonar exagerado si los valores populares y sociales que persiguen los dirigentes fueran auténticos y enaltecidos por sus vidas heroicas. No obstante, ocurre todo lo contrario: quien ejerce el Poder posee riqueza, extravagancia y ostentación pocas veces vistas en representantes populares argentinos. El champagne de Irigoyen, los elegantísimos vestidos de Evita y la Ferrari de Menem son una anécdota comparados con la lujuriosa y expuesta vanidad del Poder. No quedan adjetivos para la ridícula defensa de quienes, con pruebas fehacientes de corrupción, viven tranquilos en la impunidad. Todo sigue siendo medianamente sostenible y benévolamente comprensible, pero las repercusiones millonarias que acaban de salir a la luz, con Báez, Fariña y compañeros mártires, solo pueden asemejarse a las aventuras de Alí Baba y los cuarenta ladrones.
Aunque se empeñan en negar todo y seguir mostrando el circo de las bondades nacionales y populares, todo, tarde o temprano, se destapa. La tildaban de loca a Carrió, pero cuánta verdad disparó. Al fin y al cabo, los niños, los locos y los borrachos dicen la verdad. ¿De qué estamos hablando cuando hay un gran porcentaje del pueblo hastiado de esta política que sale a la calle con las cacerolas y es “ninguneado” por los representantes? Cuando dicen preséntense a elecciones, ¿qué están diciendo? Que todos los que elegimos ejercer nuestras profesiones, pagar nuestros impuestos, llevar adelante la pesada carga de ganar el pan de cada día y seguir subsistiendo; ¿deberíamos dejar de hacer todo eso para comenzar a hacer política partidaria? ¿Solo desde allí seremos escuchados y tenidos en cuenta? ¿Los que dejamos el Estado en manos de nuestros representantes para que se ocupen, por un tiempo determinado, de la cosa pública debemos callarnos y esperar las elecciones para expresar solo con un voto que no nos gusta la política? ¿Acaso “el pueblo no delibera sino a través de sus representantes” debe entenderse como: los representantes, una vez que llegaron al poder, son intocables y no se puede opinar ni disentir? Solo cada dos años, valemos los ciudadanos. Entonces, ¿el “a través de” sus representantes significa que lo que hacen mis representantes es lo que yo quiero implícitamente que hagan con la extensión temporal de mi libertad? Que alguien explique qué diferencia hay entre democracia y totalitarismo, porque así es difícil de entender…
El pueblo está anestesiado. Las dádivas del populismo son tantas y con segundas intenciones utilizadas que, como dice la canción del Rosarino: “Cerca… Venezuela siempre estuvo cerca…”. Estemos atentos porque muchos padecimos varios gobiernos que fueron corruptos, pero “el vamos por todo” es muy peligroso, y debemos poner freno si no queremos perder nuestra libertad, nuestros símbolos patrios, nuestra Justicia, nuestra República.
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